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Agua

  • Foto del escritor: La Seño de Inglé
    La Seño de Inglé
  • 14 jul 2018
  • 7 Min. de lectura

Actualizado: 24 jul 2018

Llegan bongos gigantes desde Cartagena llenos de agua tres o dos veces a la semana. Vacían el agua en un gran tanque subterráneo, que nunca he visto, y se vende en “la pileta” por tanquecitos blancos y amarillos de plástico de 20 litros -5 galones- que todos tienen en sus casas marcados con iniciales o apodos o garabatos que solo ellos reconocen. Hay una pileta por la calle del Coco, otra por Pelao, y otra por La Gallera. Son cinco piletas pero yo solo conozco esas tres. Cada pileta la administra un avispado que se pilló el negocio y cobra por llenar los tanques. Algunos días es más caro que otros pues depende si el bongo de Cartagena ha llegado periódicamente o no, si ha llovido o no o también del ánimo del administrador o administradora (pues dos de los tres que conozco es una mujer), ese día. El costo de llenar un tanque oscila entre 700 y 1,000, que hace una diferencia enorme para los baruleros, y para los no baruleros también.


Todas las mañanas salen, mujeres con sus pelaitos principalmente, de sus casas con tres tanquecitos bajo el brazo y en las manos hacia las piletas, los llenan y le pagan a alguno de los tantos hombres que andan por ahí con carretillas empujando tanques llenos de agua para vaciarlos en tanques más grandes que están estratégicamente ubicados en las casas o afuera. Hay otras casas que les pagan a estos hombres para que hagan toda la vuelta una vez a la semana y llenan de una vez unos diez tanque. El mocho, el señor cabezas, el chamo, o Eris o Alex, que son estudiantes de 7o , son algunos de esos empujacarretilla o aguateros. Hay casa que ya tienen sus aguateros fijos, pero realmente no son tan fijos pues hay veces que no llegan a la casa porque ajá y toca ir a buscar algún otro que no tenga flojera. El trabajo de esos aguateros, que requiere de buenos brazos, tiene otro precio que depende del aguatero y es entre 500 y 800 por tanque. Así que tener 50 galones de agua en la casa que aguanta a ras para lavar platos, bañarse y lavar un poco la casa, puede ser entre 14,000 o 24,000.


En todas las casas tiene hay la mundial de tanques, tanquecitos, tanquezotes, balde, baldecito, baldezote, coca, coquita, e infinidad de formas de almacenar el agua. En la Casa de Profes, la de Erwin, Elisa y yo, funciona así: el colegio compra agua que almacena en un tanque propio. Cada profe tiene derecho a un tanque por día, ósea que son cinco tanques semanales. Nosotros contratamos al chamo, nuestro vecino venezolano de enfrente, para que le pida quince tanques prestados de nuestra otra vecina, la señora Merli, vaya al colegio por la noche los martes, pues el colegio solo provee agua cuando ya no hay pelados en la institución, y a nombre del profe Erwin, la seño Elisa y la seño Mariana, los llene y nos los traiga a la casa.


Acá tenemos dos grandes tanques azules, uno en la esquina de la cocina y uno en la ducha. El de la cocina lo usamos para el aseo, para lavar platos, para trapear, para lavar ropa, para regar las planticas de mi huerta en crecimiento y para rellenar el del baño cuando se acaba el agua ahí, pues es más chiquito. Todo lo anterior, se imaginarán, ha sido un proceso lento de aprendizaje de cómo minimizar el gasto de agua, de reciclarla una y otra vez, de primero enjabonar los platos y después enjuagarlos, primero lavar la ropa y jugar tres tandas con las misma agua, de tener siempre una coquita llena de agua para todos lavarnos las manos con esa misma agua durante el día y mil otras mañas que requiere de una ingeniería doméstica y un conocimiento de tratamiento de agua que hemos ido adquiriendo. Obvio, a veces nos confundimos con qué agua está limpia, cuál está ya usada y cuántas veces y demás. Hay aguas que están ya muy sucias y las vaciamos en las calles, con este radiante sol y la ausencia de pavimento, se seca en par minutos, sin embargo no creo que sea del todo muy amigable con el medio ambiente pues algo del aceite, o jabón, o cloro ahí queda.


El señor Cloro se ha vuelto mi mejor amigo y lo guardamos casi que en un pedestal pues en este manejo de agua tan primitivo pero complejo ese producto nos cubre en salud de la infinidad de bacterias, parásitos u otros intrusos. En el baño tenemos el tanque mediano de agua con la totumita roja, una ponchera dónde recogemos el agua que cae al bañarnos, un balde rojo con una manecilla negra para llenarlo con el agua de la ponchera y reciclarla para bajar el baño. Mis totumazos para bañarme ya los tengo contados dependiendo de si me voy a lavar mi pelo o no. Haberme “mocha’o” el pelo, como me dicen acá, antes de venir fue de las mejores decisiones que he tomado. Lavarlo gasta solo cuatro totumazos.


Es generalmente suficiente agua, pero hay semanas que nos quedamos cortos y no sé cómo describir la angustia que genera estar cortos de agua. Ha pasado, más de una vez, que el colegio no compró a tiempo su provisión de agua, o no llegó el bongo a tiempo, o la motobomba no está funcionando, dejándonos a los profes sin agua.


El agua potable es otro cuento. Los baruleros hierven el agua y algunos la pasan por un filtro y esa es la que toman. Los pelaos en el colegio se la toman de una, y pues los casos de diarrea y otras enfermedades gástricas son recurrentes, pero nosotros no tenemos filtro y realmente prefiero evitar enfermarme otra vez. Igual creo que es inevitable que ingiera algo de esa agua ya sea en la preparación del almuerzo de la señora Victoria, o cuando me lavo los dientes o solo porque nos confundimos de agua en los envases que tenemos en la casa. Comprar una bolsa de agua Brisa en Barú cuesta 5mil pesos, en Cartagena vale 1,500 pesos. Por lo que evitamos a toda costa comprarla acá y nos llevamos cinco bolsas cuando vamos a Cartagena el fin de semana o se las encargamos a los profes que viajan todos los fines de semana. Que se riegue una gotica de esa agua es físicamente doloroso.


¡Y llegó mayo con su aguacero! Estaba en clase con los de 4to cuando Aythana grita a todo pulmón “¡Señoooooo está serenando!”, antes de yo cerciorarme ya habían salido descontrolados todos a ver cómo caía agua del cielo después de seis meses de espera. Volverlos a entrar y continuar con la clase fue misión imposible. LAs calles se llenaron de pelaos bañándose y encharcándose los unos a los otros a carcajadas, y los adultos, también. Le ponen un balde a todos los chorros de los techos, abren los tanques más que algunos tienen afuera, los lavan, y dejan que los llene esa agua de arriba. Hay un suspiro general de alivio pues por fin llegó el agua de arriba.


El primer aguacero, dicen, “es agua mala” pues es el agua que limpia las nubes y limpia los techos y esa agua no se debería almacenar, pero toda la que viene después es agua bendita. Me subí en una escalera prestada al techo de nuestra casa a limpiar las canaletas que recogen el agua del techo, para que pudiéramos recoger el agua más limpia, saqué todas las botellas que habíamos guardado en reciclaje y las llené de agua, realmente solo para tener la sensación que teníamos agua. Mover los tanques de un lado a otro requiere de unos brazos que no tengo por lo que he empezado a hacer flexiones para lograrlo sin tanto esfuerzo y ahorrarme una hernia. La lluvia duró un mes menos de lo esperado y para julio ya no hay ni una gota de agua del cielo, "estamos secos seño, el tiempo está dificil, no están castigando por algo" dice la señora Merli.


A estas alturas, y la ya inventada tecnología para vivir en lugares sin acueducto, uno creería que todas las casas en Barú ya la tendrían clara de tener, por ejemplo, un tanque grande elevado, el sistema instalado en la casa para llenarlo con un motobomba y que sea la gravedad la que la baje por la tubería, se abra la llave y voilá. Pero no, prefieren todo este proceso, lento, engorroso, desgastante y macondiano de los tanquecitos, la pileta, las carretillas y los tanques en la casa. Pero no es realmente por flojera, tiene razones muy profundas. Primero, claro, una ausencia y abandono estatal absoluto que ha sido negligente en la construcción de un acueducto, de montar una planta desalinizadora y garantizarle el derecho fundamental de agua a esta población, pero también es porun conflicto, de años atrás, con el Bessudo, dueño de Aviatur, a quien, como acuerdo de la consulta previa para la construcción de su gran hotel Las Islas, se le pidió un terreno para instalar la planta desalinizadora. Terreno que sigue en disputa. Hay otras razones, que poco a poco voy descubriendo. Sin embargo ninguna es suficientemente fuerte para justificar la ausencia de este servicio tan básico.


El día internacional del agua, el 22 de mayo, hice un “Challenge” en mi clase de inglés en el que los estudiantes tenían que, por equipos, ir a diferentes sitios de Barú según unas instrucciones –en inglés-, responder unas preguntas y recoger en cada sitio una parte de una frase que tenían que decírmela en inglés y qué significaba, la frase era “Barú is sorrounded by water, but the people of Barú have no water. Water is life! Barú needs an aqueduct.” Espero que algo vaya calando a y quizás el mensaje llegue a sus casas, o sean ellos los futuros líderes de su comunidad y se acuerden de esa frase que la seño de inglés los puso a recitar y traducir después de recorrer todo el pueblo.


Mi relación con el agua jamás será la misma.

La pileta de la calle de Los Coco

 
 
 

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